miércoles, 23 de abril de 2025

Agustín Lara y el humo de la leyenda: marihuana, mito y música


Por David Awad V.

Por décadas, la figura de Agustín Lara ha estado envuelta en una neblina densa de talento, misterio y mito. 


El llamado Músico Poeta, creador de himnos románticos como Solamente una vez y María Bonita, también ha sido protagonista de una de las anécdotas más comentadas —y menos comprobadas— del folclore musical mexicano: su supuesta relación con la marihuana como musa creativa.


Según el artículo “Agustín Lara y el Humo Verde”, en una ocasión un reportero le preguntó si era verdad que la marihuana lo inspiraba a componer. Lara, sin decir mucho, habría encendido un cigarro de cannabis, lo extendió al periodista y le dijo: “Ahora componga usted algo”. Una escena que parece salida de un guion cinematográfico, más que de una entrevista real, pero que encapsula perfectamente el tipo de leyenda que Lara cultivó tanto como su obra.


Y aunque su historia personal está salpicada de excesos, bohemia y noches eternas en casas de citas, lo cierto es que no existen pruebas concluyentes de que el Flaco de Oro haya consumido marihuana de forma habitual. Ni sus esposas, ni amigos cercanos como Renato Leduc, ni su círculo artístico más íntimo confirmaron jamás esa parte de la leyenda. Pero, como suele ocurrir, cuando el mito es más atractivo que la realidad, termina por imponerse.

Lo interesante de esta anécdota es que abre la puerta para discutir un tema que sigue vigente y cargado de prejuicios: la marihuana, su uso y su percepción social. En la época de Lara, la cannabis era considerada una droga marginal, asociada con la pobreza, los soldados, y los sectores más olvidados de la sociedad. De ahí su estigma. De ahí su prohibición.



Pero el tiempo ha pasado, y con él también ha evolucionado la mirada hacia esta planta. Hoy se sabe que el cannabidiol (CBD), uno de sus principales componentes, tiene aplicaciones médicas comprobadas. En México, el caso de la niña Grace Elizalde —quien logró reducir drásticamente sus convulsiones gracias a un tratamiento con derivados de marihuana— marcó un antes y un después en la lucha por su legalización con fines medicinales.

Actualmente, la marihuana medicinal es usada en el tratamiento de enfermedades como:

  • Epilepsia
  • Cáncer
  • Glaucoma
  • Esclerosis lateral amiotrófica
  • Alzheimer
  • Ansiedad y trastornos del sueño
  • Asma bronquial
  • Isquemia cerebral


Y aunque en México ya es legal portar hasta cinco gramos para uso personal y se permite su cultivo con fines científicos y médicos, la aplicación de estas reformas sigue siendo ambigua, y muchas personas —especialmente mujeres jóvenes— continúan en prisión por posesión. Un reflejo claro de que aún existe una brecha enorme entre la ley, la práctica y el entendimiento social.


Volviendo a Agustín Lara, tal vez nunca sepamos si en verdad “el humo verde” fue parte de su proceso creativo o solo una broma provocadora. Lo que sí sabemos es que su música, como su leyenda, sigue viva. Y si algo nos enseña este mito es que la creatividad no se fuma ni se inyecta: nace del corazón… y a veces, también, del caos.


viernes, 18 de abril de 2025

Emisora Atlántico Jazz Band: El swing que encendió a Barranquilla



Hubo una época en Barranquilla en que los domingos se bailaban con traje, empanada en mano y swing en el alma. Era la década de los cincuenta y, en el legendario Hotel El Prado, la juventud se reunía religiosamente cada semana para escuchar a una agrupación que marcó época: la Emisora Atlántico Jazz Band.


Esta banda no era cualquier conjunto. Su sonido, mezcla vibrante de jazz norteamericano, boleros apasionados, guarachas sabrosas y porros costeños bien pulidos, tenía una fuerza que atrapaba desde el primer compás. No en vano, buena parte de sus grabaciones eran hechas en vivo, enviadas luego a Argentina para prensar copias fonográficas que mantenían viva su energía, incluso a kilómetros de distancia. Otras fueron grabadas en los míticos estudios Tropical, en la Vía 40, testigos de la historia sonora de la ciudad.


Su repertorio era una travesía por el mundo. Standards de jazz al estilo Glenn Miller, pasodobles de tradición europea, sambas brasileñas y ese porro costeño con corazón de metales y alma de tambor. Esta orquesta fue mucho más que una agrupación de músicos: fue una verdadera embajadora del sonido moderno del Caribe colombiano.


El carnaval de 1950 trajo consigo uno de los momentos más memorables de la escena musical barranquillera: Cab Calloway, el "scatman" más famoso del jazz estadounidense, se presentó con éxito total en El Prado, con conciertos posteriores en el Estadio Municipal y el cine Delicias. ¿Y quién estuvo compartiendo escenario, aportando altura y categoría local? La Emisora Atlántico Jazz Band, por supuesto.


Aquel combo tenía nombres que hoy suenan a leyenda. Gilberto "Castillita" Castilla, el alma de la guaracha; Zoraida Marrero, vedette cubana de poderosa presencia escénica; Jaime García, bolerista romántico. En las trompetas brillaban Antonio Peñaloza, Pacho Galán y Manuel Cervantes. En el piano, Luis Alfonso Meza; al contrabajo, Eliécer Benítez. La sección de saxos era un lujo: Mariano Hernández, Lucho Vásquez, Julio Burgos. Y en la percusión, el ritmo lo llevaban Agapito Reales y Rafael Serrano. Todo esto bajo la dirección del bajista italiano Guido Perla.


En 1952, el maestro Pacho Galán asumió la dirección de la banda. Dos años después, grabó junto a Lucho Bermúdez y Matilde Díaz una joya que selló el legado de esta orquesta. Pero el tiempo y la competencia radial comenzaron a pasar factura. En 1954, la banda se disolvió oficialmente. Sin embargo, su espíritu encontró continuidad en Emisoras Unidas Jazz Band, el nuevo proyecto liderado por Galán y respaldado por Rafael Roncallo Vilar. De ahí surgiría la orquesta definitiva del creador del merecumbé.


El sonido que hoy identificamos como la música de orquesta del Caribe colombiano no nació de la nada. Fue resultado de la alquimia entre tradición y modernidad, entre porro y jazz, entre tambor y armonía. Y en esa alquimia, la Emisora Atlántico Jazz Band fue uno de los ingredientes esenciales. Junto con la Orquesta Sosa y agrupaciones cartageneras como Fuentes y A No. 1, formaron el tejido musical sobre el cual danzaron —y aún danzan— generaciones enteras.


Hoy, ese legado vive. Está en las trompetas desbordantes de un porro moderno, en los arreglos elegantes de una cumbia orquestada, en las fiestas de pueblo y en las pistas de baile urbanas. Y todo empezó en aquellas tardes de swing, empanada y baile, donde el jazz encontró su sabor costeño.

La Orquesta Sosa: el Big Bang del Caribe musical


Corría el año de 1932 cuando en los salones de Barranquilla empezó a escucharse una nueva sonoridad. No venía del puerto ni de las plazas populares, sino de los salones del Club Barranquilla, donde la élite costeña se reunía para sus veladas elegantes. Allí, bajo la batuta del maestro boyacense Luis Felipe Sosa, se gestaba algo más que una orquesta: nacía una escuela, una corriente, una forma de entender la música. La Orquesta Sosa, la primera big band moderna de la ciudad, encendería una chispa que transformaría para siempre el sonido del Caribe colombiano.


En sus comienzos, esta agrupación fue mucho más que entretenimiento. Era el alma musical de una época en transición: los años treinta traían consigo la radio, el jazz, la influencia internacional… y en medio de todo eso, los músicos de la región encontraron en la Orquesta Sosa un espacio para crecer, para aprender, para sonar diferente.


Figuras legendarias como Antonio María Peñaloza, Pacho Galán, Guido Perla, Nelson García, Luis Antonio Meza y muchos más, desfilaron por sus filas, aprendiendo armonización y orquestación bajo la tutela del mismo Pedro Biava, yerno de Sosa, músico refinado y futuro artífice de la Filarmónica de Barranquilla. El impacto de este colectivo fue tan profundo, que puede decirse que no hubo músico importante de la región que no pasara, directa o indirectamente, por sus pentagramas.


La Orquesta Sosa no solo sonaba bien: sonaba distinta. Su repertorio era una mezcla exquisita de bambucos, pasillos, rumbas cubanas, porros estilizados y, por supuesto, jazz. Las influencias del swing americano eran evidentes, con arreglos que evocaban a Benny Goodman, Artie Shaw, y Harry James, mientras que el alma costeña nunca dejaba de latir en la percusión y el color de los vientos.


Las noches en la terraza del Hotel Esperia, con el mar como telón de fondo, eran inolvidables. Italianos nostálgicos bailaban valses europeos mientras la orquesta colaba, como por accidente, una mazurca o un fox trot con cadencia caribe. Era la elegancia del jazz abrazando la alegría tropical.


Pero en 1939, la historia dio un giro inesperado. Durante una gira por el interior del país, Luis Felipe Sosa falleció de un infarto en plena travesía fluvial por el Magdalena, a la altura de Puerto Berrío. Sin embargo, ni la muerte detuvo la música. La orquesta, en homenaje a su fundador, siguió tocando bajo su nombre, ahora dirigida por el bajista Guido Perla.


Ese mismo año, impulsados por los hermanos Blanco y el auge de la radio, la agrupación adoptó un nuevo nombre: Emisora Atlántico Jazz Band. Desde allí, en el radioteatro, la banda siguió rompiendo moldes y transmitiendo swing y sabor al país entero. Grabaron en vivo, enviaron sus cintas a Argentina, sonaron en la Tropical de la Vía 40 y se convirtieron en la banda sonora de las empanadas bailables del Hotel El Prado.


En la formación de esta segunda etapa participaron nombres inolvidables: Zoraida Marrero, Jaime García, Gilberto "Castillita" Castilla, Antonio Peñaloza, Lucho Vásquez, Mariano Hernández, entre muchos otros. Y como no podía faltar, Pacho Galán, quien en 1952 asumió la dirección, consolidando un legado que lo convertiría más adelante en una de las leyendas del merecumbé colombiano.




Para 1954, la historia de la orquesta llegó a su fin formal, pero sus ecos no dejaron de sonar. Muchos de sus músicos fundaron nuevas agrupaciones, como Emisoras Unidas Jazz Band, semillero de lo que sería la orquesta definitiva de Pacho Galán. El sonido Sosa, filtrado por el jazz y moldeado con alma de porro, quedaba sembrado para siempre.


Hoy, cuando suenan los porros modernos, cuando se bailan cumbias en las verbenas o se escucha a Juan Piña, Checo Acosta o Juan Carlos Coronel, todavía resuena el eco lejano de aquella primera big band costeña. La Orquesta Sosa no fue solo un grupo de músicos, fue el punto de partida de una tradición, el primer gran ensayo de una música que, sin renunciar a sus raíces, aprendió a mirar al mundo.

Titanic: el adiós digno al caballero John Jacob Astor IV y su joven esposa Madeleine



La madrugada del 15 de abril de 1912, el Titanic se hundía en las frías aguas del Atlántico Norte. Con él, no solo desapareció el orgullo de la ingeniería naval de su época, sino también 1.517 vidas. Entre ellas, las de algunos de los hombres más ricos y poderosos del mundo. Pero el dinero, por esa vez, no compró la salvación.


John Jacob Astor IV, el hombre más rico a bordo y uno de los más acaudalados del mundo en su tiempo, tenía suficiente fortuna como para haber financiado la construcción de 30 Titanics. Y sin embargo, cuando llegó el momento, no usó su influencia, ni su apellido, ni su chequera para salvarse.


Astor, con 47 años, viajaba junto a su joven esposa Madeleine —29 años menor y embarazada— en la que debía ser una tranquila travesía de regreso tras su luna de miel. Cuando el iceberg golpeó el casco del barco, intentó tranquilizarla: "Solo pedí hielo, pero esto es ridículo", bromeó, sin saber que estaba sellando su destino.


Cuando finalmente se ordenó el embarque de mujeres y niños en los botes salvavidas, ayudó a su esposa a subir y pidió acompañarla, pero la regla era clara: ningún hombre. No insistió. No negoció. No gritó. Solo le dijo: “Adiós, querida. Te veo más tarde”.






Jamás la volvería a ver.


Fue visto por última vez en la cubierta, tranquilo, fumando un cigarrillo mientras observaba cómo su esposa se alejaba en un bote salvavidas. Días después, su cuerpo fue recuperado, identificado por las iniciales en su abrigo y un reloj de oro que años más tarde heredaría su hijo Vincent.


Por David Awad V.
Pero Astor no fue el único que eligió la dignidad antes que la desesperación. Isidor Straus, copropietario de Macy’s, también se negó a subir a un bote salvavidas. Su esposa Ida tampoco quiso salvarse sola. Cedió su asiento a su doncella y prefirió quedarse al lado del hombre con quien había compartido toda una vida. Juntos enfrentaron el final, abrazados, en la cubierta del Titanic.

Hay momentos en los que la grandeza no se mide en cifras bancarias ni títulos nobiliarios, sino en gestos. Astor, Straus, y otros como ellos demostraron que en medio del pánico y el caos, aún cabía la humanidad, la entereza y el honor. Su historia no es solo la de un naufragio, sino la de principios que flotan por encima del miedo.

Porque hay despedidas que, aunque silenciosas, resuenan por siempre.





¿Y estos tales Fulano, Mengano, Zutano y Perengano, quiénes son?

 


Por David Awad V.

Seguro los has escuchado más de una vez: “Fulano hizo esto”, “Mengano dijo aquello”, “Zutano se metió en un lío” y “Perengano no se quedó atrás”. Pero… ¿quiénes son todos estos personajes tan famosos y misteriosos que aparecen en cada conversación cuando no queremos (o no podemos) decir nombres?


La respuesta corta: no existen. Al menos no como personas reales.


En realidad, Fulano, Mengano, Zutano y Perengano son formas gramaticales que usamos para referirnos a alguien de manera genérica, cuando no sabemos el nombre, no queremos decirlo o simplemente estamos inventando un ejemplo.


Fulano: el más popular del grupo

Viene del árabe fulān (فلان), que significa “persona cualquiera”. Es el más usado de todos. Frases como “vino un fulano preguntando por ti” o “aquí yace fulano de tal” lo confirman como el rey de los personajes invisibles. Del árabe pasó al español y de ahí a todo el mundo hispanohablante.


Mengano: el eterno segundo

También tiene raíces árabes, de man kān, que significa “quien sea”. Suele acompañar a Fulano, como en “no quiero ver a ese fulano ni a ese mengano por aquí”. Es como el mejor amigo del protagonista, que siempre está en segundo plano pero nunca falta.


Zutano: el raro del grupo

Su origen es más incierto, aunque se cree que viene de citano, derivado a su vez del latín scitānus (“sabido”). A veces aparece después de Fulano, como el tercero en discordia, aunque nadie sabe muy bien por qué se le sumó al trío.


Perengano: el nuevo del parche

Es el más reciente del grupo y también el menos usado. Se cree que suena así por una mezcla entre el apellido “Pérez” y “Mengano”. En otras palabras: lo inventamos para que el grupo no quedara impar. Como decir “ya que estamos, agreguemos otro más”.


Todos ellos pueden volverse más “sofisticados” cuando se les añade el famoso “de tal” o “de cual” (“Fulano de tal”, “Menganita de cual”), o cuando se usan en diminutivo (Fulanito, Menganita…).


Ahora bien, ojo con usar “fulana”. En masculino es neutro, pero en femenino, suele tener una connotación despectiva cuando se usa para referirse a una mujer, asociándola a veces con insultos o prejuicios. Cuidado con eso.


¿Y qué hay de Perico el de los Palotes?

Este personaje también aparece como ejemplo cuando alguien quiere minimizar la importancia de algo o quejarse de que lo tratan como a cualquiera: “¿Qué creen, que soy Perico el de los Palotes?”. Se cree que viene de un personaje del siglo XVII, un tipo que tocaba el tambor con dos palotes antes de que hablara el pregonero. Mientras el pregonero se llevaba la fama (y la paga), Perico solo hacía ruido.


Así que ya sabes: todos estos nombres no son más que fórmulas lingüísticas que usamos para rellenar conversaciones, disfrazar ejemplos o evitar nombres propios. Son como los actores secundarios eternos del idioma, siempre listos para entrar en escena cuando no sabemos a quién echarle el cuento.


jueves, 17 de abril de 2025

José ‘Pepe’ Sánchez y el día en que una misa lo llevó al periodismo en Diario La Libertad



Por David Awad V.

A veces el destino toma formas inesperadas. Para el periodista José ‘Pepe’ Sánchez, su ingreso al mundo del periodismo no ocurrió en una sala de redacción ni en una cabina deportiva, como siempre lo soñó, sino frente a un altar. Todo comenzó el 8 de septiembre, Día del Nacimiento de la Virgen María, cuando le pidieron transmitir en vivo una misa concelebrada desde la Parroquia del Perpetuo Socorro. Aquella transmisión marcaría un antes y un después en su vida profesional.

Pepe, quien había sido sacristán durante sus años escolares, conocía bien los pasajes litúrgicos y los ornamentos sagrados, lo que le permitió llevar a cabo la narración con total soltura. Su desempeño no pasó desapercibido. Al día siguiente, don Roberto Esper, fundador de Diario La Libertad, pidió hablar con él personalmente.

Ve a la oficina del contador para que firmes contrato —le dijo Esper tras felicitarlo—. Seguirás en el noticiero y cuando haya algo importante, lo escribes para el periódico.

Así, sin buscarlo directamente, Sánchez logró lo que tanto deseaba: ingresar a La Libertad. Poco después, se abrió una vacante en la sección deportiva y su experiencia comentando partidos en radio le abrió la puerta definitiva. Allí nació una de sus columnas más recordadas: “Lo escuché en un bus”, una conversación ficticia entre dos pasajeros que hablaban de fútbol, pero que se colaba con inteligencia en temas como política, economía y medio ambiente.

Esos desvíos me llevaron a dirigir la página política y luego a la Subdirección”, recuerda.

Un periódico que se escribe con pasión e ingenio

Ya desde la jefatura de Redacción, ‘Pepe’ vivió momentos clave del periodismo barranquillero. Uno de ellos fue el cubrimiento del macabro asesinato de las hermanas Kaled. Publicaron las fotos del crimen —pese a la solicitud de un familiar de no hacerlo— lo que les costó una exclusiva: la imagen del presunto asesino. Pero su colega Jorge Humberto Klee tuvo una salida brillante:

Vamos a esperar que salga El Caribe, compramos un ejemplar y de ahí tomamos la foto.

La jugada funcionó, y al día siguiente, los tres periódicos locales llevaban la imagen en primera plana. La anécdota terminó con un elogio de don Roberto:

No sé cómo consiguieron la foto, pero así se trabaja.

La noticia de un asesinato, los sacó de una parranda y los llevó a la historia

El 30 de abril de 1984, cuando Pepe se preparaba para una noche de diversión, recibió una llamada de Klee que cambiaría sus planes: acababan de asesinar al ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla.

Deja los planes de parranda, vamos a organizar el cubrimiento —le dijo.

Uno de los reporteros más jóvenes, José Gómez Daza (hoy director de noticias de Telecaribe), fue enviado a cubrir la reacción de los galanistas reunidos en un hotel local. Volvió con buen material… y con una fuerte hemorragia nasal.

Este ha sido tu bautismo de fuego en el periodismo —le dijo Klee con una sonrisa.

Esa madrugada, el equipo de La Libertad cerró la edición con un titular que aún recuerda con orgullo: “El Gobierno hará su deber, lo juro por Dios”, palabras del entonces presidente Belisario Betancur.

Y nosotros cumplimos bien con el nuestro —les dijo don Roberto al día siguiente.

“Peñita” recuerdos de una típica gastronomía en el parque 'Sagrado Corazón' y 'Los Nogales'



Luís Miguel Peña Meléndez
21/nov/1907 - 10/abril/1998

Por: David Awad V.

Recostadero “PEÑITA”, un referente de la ciudad y ejemplo de superación familiar.

Lo más importante por el paso de este mundo terrenal, es disfrutar lo que haces y poder dejar huellas de la buenas, generadoras de bien y dignas de ejemplo para semejantes y descendientes.

No importa en qué lugar; caseríos, corregimientos, pueblos, ciudades y urbes, han existido personajes, sitios e historias que recordar y contar, pues bien, Barranquilla no ha sido ajena en éste tema, cuando de gastronomía criolla se habla, se debe mencionar sin duda alguna a Luís Miguel Peña, conocido por su negocio de venta de frituras estacionaría en el Parque Sagrado Corazón y después en la nueva sede edificada en la esquina de la Carrera 42 con calle 79 que todos conocemos como “Peñita”.

El Recostadero Peñita, fue el sitio predilecto del gusto criollo en las décadas de los 50, 60, 70, 80 y 90´s, hasta que dejó de funcionar como tal el negocio que muchos recordamos con gran nostalgia.

Luís Miguel Peña Meléndez (Peñita), natural de Calamar Bolívar, era un ser humano con carisma, quien con sus apuntes festivos y anecdóticos, se ganó la confianza y cariño de la gente. Peñita lucho a pulso y forjó entre calderos, masas, fritos y chicha, el futuro y origen de toda una empresa familiar como mérito a la dignificación al trabajo.

Sus Inicios...


“Peñita” El Bombero de la estación de Gasolina

Peñita trabajaba en Cartagena de Indias como bombero en una estación de gasolina ubicada frente a la puerta del reloj, donde por su sencillez, honradez y lealtad, se fue ganando el aprecio y confianza de Benjamín Puche (propietario), a tal punto, por así decirlo, que llegó a convertirse en la mano derecha en esa estación de gasolina.

Para comienzos de los años 50´s, fallece el señor Benjamín Puche y con ello, deviene la puja entre la viuda Catica Ibarra de Puche contra la alcaldía y el concejo, pues desaparecido aquel ilustre ser, querían derribar la estación con la excusa del desarrollo en la ciudad, así, la viuda tomó ventaja de algunos años, pero tiempo después, a pesar de los pleitos jurídicos, al cambio de alcalde y concejo, se ordenó demoler la bomba para dar paso al supuesto “Progreso” de la ciudad, quedando desempleado Peñita quien comenzó a incursionar en otras actividades en diferentes ciudades y países.

“Peñita” El vendedor de fritos informal

Todo comenzó en el año 1953, después de quedar desempleado en Cartagena de indias, probó suerte en oficios como zapatero, músico y hasta pintor de brocha gorda en Colón (Panamá), Maracaibo y Caracas (Venezuela), donde desiste ante tanta responsabilidad familiar y decide probar suerte en “La Arenosa” y llega allí, al Parque bautizado como "Parque Sagrado Corazón de Jesús”, donde coloquialmente lo llamaban “El Santo Cachón”, parque al que le sumaban el “lema” callejero que rezaba “Vengan de dos en dos”, porque allí se daban citas clandestinas casados, solteros con sus “números” y hacían de las suyas, desluciendo totalmente el nombre del parque.

Para mediados de los años 50´s Luís Miguel Peña Meléndez, residía en el barrio Ciudad Jardín, un sector enmontado de subidas y bajadas más conocido como “Los Jobos”.

Peñita en compañía de su esposa doña América Yepes y sus 8 hijos, esperanzados acondicionaron una “chaza” con ruedas detrás del monumento al Sagrado Corazón de Jesús, el pequeño carruaje sobre una calle apenas asfaltada, el carrito estaba elaborado con pedazos de madera rústica, algunas de guacales, otras de tablones resistentes a la intemperie. El pequeño carruaje lo surtían de fritos en todas sus variedades, preparados a base harina de maíz, fritos hechos en leña que con sus llamas en aquel pequeño anafe, sobre el cual colocaban el calderón (nada de imusa ni universal), fritaban los fritos en todas sus especies, los mismos que una vez listos, pasaban a una vitrina artesanal de madera con vidrios, donde los comensales seleccionaban y degustaban con chicha de maíz.

La energía eléctrica era tomada clandestinamente de un poste con pedazos de alambres, con los cuales conectaban a un "Benjamín" o pequeño soporte de pasta y prendían el bombillo que mantenía caliente las frituras exhibidas en aquel mostrador rústico que le daba el toque natural a las comidas.

Recuerdos de una comensal

Pero no fue nada fácil, según lo recuerda la señora Vilma Muñoz Peña de 77 años edad, a quien su padre Fausto Muñoz Rodríguez (Fundador del equipo de futbol Sporting Club) acostumbraba a llevarlas (hermanas Vilma y Delia) a disfrutar las delicias de peñita, pues recuerda que no era el único carro de madera que vendía fritos, pues rememora contando que habían varios más, no obstante el de Peñita era el más grande y más concurrido por su sabor exquisito, provisto de una enorme carpa.

Con grandes clientes como el gerente de Bavaria Sr. Luciano Barriga, peñita se hizo merecedor a una carpa publicitada por Cerveza Nevada que le otorgó el Sr. Luciano y luego la empresa Postobón lo dotó de gaseosas y una carpa gigante.

El Recostadero Peñita, poco a poco llegó a contar con una distinguida e innumerable y fiel clientela, donde su gestor llegó a codearse con ilustres personajes que se deleitaban con sus arepas e´huevo, empanadas, patacones, chichas, chicharrones y chuletas con yuca cocida y demás delicias de la Costa Caribe.

Pero en su negocio estacionario no hubo un único carrito de madera, ya que a medida que pasaba el tiempo y aumentaba la demanda, le obligaba a crecer en espacio y carruajes de madera rústica, sin cambiar el sabor que los distinguía.

En compañía de su esposa, bien madrugados llevaban sus “trastes” y preparaban los mejores fritos de la ciudad, hechos con mucho cariño y dedicación para obtener el mejor sabor que se pudiese conseguir para sus clientes.

Variedad Gastronómica ofrecida:

Arepa e´huevo, Empanadas, Caribañolas, Chuletas de cerdo con yuca, Pasteles de cerdo, pollo, hayacas, buñuelos de frijol, arepas, que ni los mismos mosquitos con sus zumbidos y molestas picadas, lograban espantar a su clientela.

Con tesón, coraje, esfuerzo, honradez, probidad y bonhomía, sacó a su familia adelante a báse de su negocio estacionario conocido como “El Recostadero de Peñita”.

Siempre humilde y portando permanentemente su sombrero, Peñita se pasaba subiendo y bajando la loma por esa misma calle, mientras que la esposa e hijos, lo ayudaban a llevar los utensilios.

Anécdotas de Peñita

Fue de conocimiento entre sus clientes asiduos, la hazaña de Peñita para la llegada del Papa Pablo VI, cuando motivado por tan importante presencia de la iglesia católica a nuestro país, no dudo en llevar a Bogotá una de sus carretillas en madera y la instaló en un puesto que estaba muy próximo al templete eucarístico, de manera que podría ver de cerca de su santidad y promover la venta de sus productos. Fue tanto el éxito y la demanda de los buñuelos de de frijol y la arepa e´huevo que se vió en la necesidad de llamar a Barranquilla para que le enviaran más masa para sus fritos.

Tanta fama acumulada y la admirable superación entre masa y manteca lo llevó a ser homenajeado y reconocido con un tema musical que le dedicó Joe Arroyo cuando cantó con la agrupación “Los Líderes”. Joe le rindió admiración con el tema musical “Las Arepas”.

La Nueva Sede de “Peñita”


1969

“Peñita” El empresario de fritos formal

Con una visión más amplia del negocio y con la ayuda de su esposa e hijos más crecidos, se consolidó aún más y decidió sentar estadía en un lote de esquina en la carrera 42 con calle 79, donde traslado sus trastes de madera, luego, con un prestamos a una entidad bancaria, contrata a la firma de Ingeniería y Construcción “Beltrán Saforcada & Cia. Ltda.”, quienes construyen una edificación de dos plantas acorde a sus necesidades (Piso 1 Negocio, Piso 2 Vivienda familiar), testigos fueron sus carruajes de madera, los mismos que le dieron el ánimo de seguir adelante su negocio y vieron levantar poco a poco la nueva sede de “Peñita”, ese mismo sitio que los terminó dejando de lado para una mejor comodidad con amplio parqueadero para sus comensales y sus fundadores, pero del cual, siempre rememoraban con gran nostalgia.

En su nueva sede, llegaron nuevos e innovadores platos gastronómicos como; Albóndigas, pastelitos de harina rellenos con picadillos de carne molida adornados con alcaparra, butifarras y chorizos (carnes de res, cerdo y ternera con un tris de pimienta).

El Mito del Lote “Invadido”, resultó comprado


Muchas versiones se escuchan a cerca del lote donde se instaló seguidamente Peñita en la carrera 42 con calle 79 Esquina, algunos dicen que fue uno de los primeros que invadió en Ciudad Jardín, otros que se sacó la lotería y compró y construyó su negocio, mientras que otros sostienen que el dueño de lote de piedra le permitió instalar su chaza en madera en el lote y con el tiempo terminó regalándoselo o vendiéndoselo a un precio muy bajo, no obstante para aquellos que aún se intrigan de cómo hizo, lo cierto fue que, aquel dueño del lote baldío era nada más y nada menos que uno de sus clientes asiduos, el Sr. Karl Parrish, quién le brindó la oportunidad de establecerse allí y pagarlo en módicas cuotas que hasta con fritos, pagó cuando familiares de Parrish iban a comer los fines de semana (ese fue el trato). Para el año 1969 se dió la inauguración de la gran sede nueva.

Lo cierto es que como haya sido es lo de menos, en un hombre que a pulso sacó adelante a su familia, con todos sus hijos profesionales (Periodista y Sociólogo, Trabajadora Social, Ingeniero agrónomo, Idiomas, Piloto y Médico), y construyó una tremenda edificación de dos niveles, convirtiéndose en y punto de referencia en Barranquilla, tanto, que hasta rutas de buses (Colitoral) que pasan por el sector tienen escritas en la placas; “Cra. 43 – Peñita-Nogales”.

Para nadie era una sorpresa ser atendidos por el mismo Peñita, su esposa o cualquiera de sus hijos, quienes al llegar de sus estudios, comenzaban con la misma humildad que los caracterizó siempre, donde su jornada laboral con delantal a bordo, de mesa en mesa, mostrador o caja, se daban a la tarea de atención al cliente, mientras que en la cocina, sobresalía un tipo de tez morena, alto y acuerpado, se trataba de Nelson Padilla a quién observaban tomar dos huevos con una mano, los rompía para hacer arepa e´huevo, algunos clientes cariñosamente le decían “Nelson y sus Arepas”, pues en la época estaba en su esplendor “Nelson y sus estrellas”.

Era común toparse en Peñita con gente afamada en la radio y la televisión, pues el sitio se convirtió y un destino casi que de obligatoria parada para propios y foráneos.

El mejor fruto de su negocio, fue ver realizado a sus hijos, la mejor retribución de un verdadero negocio de familia, con el que crecieron, no solo financieramente, sino espiritual, intelectual y personalmente hablando, sin dejar de lado la humildad y el amor por el prójimo.

martes, 15 de abril de 2025

Hace 50 años: El caso Kelly Ann Martin sacudió a Barranquilla


Por David Awad V.


En noviembre de 1975, Barranquilla fue escenario de un caso que atrajo la atención internacional: Kelly Ann Martin, hija del reconocido mánager de los Yankees de Nueva York, Billy Martin, fue arrestada en el aeropuerto local con 450 gramos de cocaína adheridos a sus piernas mientras intentaba abordar un vuelo hacia Miami.


Kelly Anne Martin celebró su cumpleaños número 22 tras las rejas en Barranquilla

 

Por José Cervantes Angulo

 

Con lágrimas en los ojos y rodeada por compañeras de encierro, Kelly Anne Martin, hija del reconocido mánager de los Yankees de Nueva York, Billy Martin, celebró su cumpleaños número 22 en la cárcel municipal de mujeres de Barranquilla, donde permanece detenida por cargos de tráfico de drogas.


El pasado 20 de diciembre, las reclusas organizaron una pequeña pero emotiva celebración. Algunas de ellas ofrecieron regalos sencillos: un espejo, un lápiz labial, ropa interior, loción y una peinilla con rulos enviada desde fuera por medio de una religiosa. También se repartió un pudín que fue comprado por una reclusa puertorriqueña y adornado con velas, mientras todas entonaban el clásico “Happy Birthday”.


Las religiosas del penal permitieron y acompañaron la celebración con oraciones y plegarias. “Fue un cumpleaños triste pero lleno de solidaridad entre mujeres que comparten el encierro”, relató una fuente interna.

“Soy inocente”, insiste Kelly Anne

 

Durante la celebración, Kelly Anne volvió a proclamar su inocencia. Según su versión, llegó a Colombia tras un viaje turístico desde Estados Unidos y Venezuela. En Santa Marta conoció a un joven costeño con quien compartió varios días antes de viajar a Barranquilla, desde donde pensaba tomar un vuelo a Miami.

En el trayecto, un desconocido le pidió que llevara un paquete, el cual —según el DAS— contenía 450 gramos de cocaína adheridos a sus piernas con cinta adhesiva. Kelly asegura que fue engañada y que desconocía el contenido del paquete. También ha mencionado el nombre de un supuesto mafioso de Miami, John Collins, aunque niega tener vínculo alguno con él.


La joven afirma que ha sido víctima de extorsión y que algunos de sus captores intentaron abusar de ella. Las autoridades, por su parte, sostienen que fue ella quien ofreció favores a cambio de su libertad.


El proceso, congelado hasta enero


El caso judicial contra Kelly Anne Martin quedó suspendido hasta mediados de enero debido a las vacaciones colectivas del sistema judicial, por lo que pasará también la Navidad y el Año Nuevo en prisión.


Martin fue arrestada en noviembre de 1975 y enfrenta un proceso ante la jurisdicción penal militar, en medio del régimen de estado de sitio vigente en el país. Su padre ha intentado intervenir desde Estados Unidos, sin éxito hasta ahora.


La historia de Kelly Anne Martin, entre bohemia, ingenuidad, y el despiadado mundo del narcotráfico internacional, se convirtió en uno de los casos más sonados del año en Colombia.

El día del fallo


Con solo 22 años, Martin fue procesada por un tribunal militar bajo el régimen de estado de sitio vigente en Colombia. El jurista José Enrique Fuenmayor Porras, auditor de guerra del Comando de la Segunda Brigada, fue quien dictó la sentencia condenatoria: tres años de prisión, inicialmente en la cárcel El Buen Pastor.



A pesar de los esfuerzos diplomáticos y legales de su padre, incluyendo llamados fallidos a Henry Kissinger, Kelly Ann solo logró ser trasladada a un centro manejado por monjas, donde terminó de cumplir su condena. El caso evidenció el creciente protagonismo de Colombia como punto clave en el narcotráfico global, y el papel de jóvenes extranjeros, muchas veces utilizados como "mulas".


Kelly de ojos verdes, cabellos rubios y 22 años de edad, había entrado a Colombia en calidad de turista al parecer por Venezuela, de donde voló a Bogotá y de allí a Santa Marta.


El episodio quedó como una de las primeras señales del vínculo entre figuras públicas, Estados Unidos y el incipiente fenómeno del narcotráfico internacional en suelo colombiano.





A 50 años del caso Kelly Martin, habla uno de los jueces de la época


El jurista Julio Iriarte Pretelt, quien tuvo a su cargo parte del proceso judicial como juez relacionado al caso de Kelly Ann Martin, hija del mánager de los Yankees de Nueva York, recordó cómo vivió desde dentro uno de los casos más recordados del narcotráfico en los años 70 en Barranquilla.


Me correspondió el caso de Kelly Martin cuando ejercía como Juez de Instrucción Criminal en Barranquilla”, afirmó Iriarte, quien también recordó a su colega José Enrique Fuenmayor Porras, auditor de guerra que dictó la sentencia condenatoria. “Fue mi compañero en la Segunda Brigada de esta ciudad, donde oficiamos como Auditores Auxiliares de Guerra”, rememoró.



Iriarte, con una larga trayectoria en la justicia penal militar y ordinaria, destacó el contexto especial de la época, marcada por el estado de sitio y el creciente fenómeno del narcotráfico internacional en Colombia.







lunes, 14 de abril de 2025

«El Restaurante ‘Chop Suey’ que no conocí»: Solo en tertulias de grupos de historia, guardan el recuerdo de sus inicios en Barranquilla

 


Por David Awad Virviescas.
Este es un ensayo que busca plasmar en letras parte de la historia de los inicios del famosos restaurante Chop Suey en Barranquilla, tras un largo tiempo de juicioso trabajo de investigación y compendio de ilustraciones (escasas), se logra este escrito que se espera sea del agrado de todos, no sin antes aclarar que son bienvenidos todos los aportes históricos, precisiones y demás a lugar.


Fundado en los años 30 por George Makong y Rubén Yi, comerciantes de origen hongkonés. La idea central del nuevo negocio era crear algo novedoso e innovador sitio, un restaurante en medio de un inmenso jardín con grandes árboles flanqueados con cabañas

Posteriormente el negocio quedó en manos del George Makong y su compañera María Concepción Quintero Fonseca, de cuya relación tuvieron dos hijos; George Makong Quintero y Ensueño Makong Quintero (fallecida), residieron en una casa tipo campestre ubicada en el área en donde hoy en día está ubicada la Olímpica de la 73.

El Chop Suey se ubicaba originalmente en la esquina de la calle 72 con carrera 46, donde posteriormente se levantaría el famoso almacén LEY y hoy un centro comercial que alberga varios locales comerciales.

Siempre escuchaba a mi padre hablar a mi madre de algunas participaciones suyas en el legendario restaurante Chop Suey en Barranquilla, el mismo que desde sus inicios fue un lugar que, más que un simple establecimiento de comida china, se convirtió en un ícono cultural y social durante las décadas de los años 30, 40, 50 y 60, acogiendo a propios, extranjeros y distinguidas personalidades.

Aunque no se tiene certeza de su fecha exacta de inicio de funcionamiento, por prensa se estima que fue en los años 30´s que abrió sus puertas al mundo. Algún forista en un grupo de historia en redes sociales, aseguraba que el primer dueño fue un señor de nombre

Almuerzo ofrecido por la Compañía Parrish a sus trabajadores en el Restaurante Chop Suey. Fondo Parrish Uninorte.


Crédito foto aportada por Jonathan Tobón Argote – Nótese que, pese al inclemente sol, todos lucían trajes entero que por lo general era de color blanco o beige, algunos con corbatas, esto, pues la ciudad con abundante vegetación y parques, era muy fresca, distante al calor insoportable de estos días.

Antonio Badrán Ahumada, hermano de un distinguido periodista ya fallecido, Manuel Badrán Ahumada, recuerda que además de disfrutar de la buena comida, también gozaba los bailes de carnaval que organiza Eduardo Cure, (yerno de Don Jorge Makong)con quién tenía buenas relaciones, pues, para ese entonces, Antonio Badrán era gerente de ventas de Coca-Cola y, por razones propias de su trabajo, visitaba muy a menudo el sitio y para la época de carnavales le enviaban pases de cortesía bajo la atención del mesero Ching Yee.



Vista aérea que señala el parque donde funcionaba el Restaurante Chops Suey, frente al estadio Romelio Martínez.

A continuación, una de las celebraciones de ilustres personalidades de la época, como el director de El Tiempo, Roberto García Peña en el Chop Suey, donde fue objeto de un homenaje por parte del Grupo de Obreros de la ciudad el 30 e diciembre de 1947:

Recuerdos en imágenes de la publicación de El Tiempo 31 de diciembre de 1947

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El restaurante funcionaba en realidad en un parque con muchos árboles, helechos y bambúes. Quienes tuvieron la fortuna de visitarlo, aseguran que desde su entrada por la esquina de la calle 72 con carrera 46, se notaba una construcción fina en madera hasta en los pisos de su entrada. Contaba además en su amplio terreno con un hermoso jardín, un lindo puente chino y una zona donde en carnavales, se hacían los mejores bailes en la caseta «Oriental».


Caseta ‘El Toro Sentao’ de la calle 72 con carrera 45.

Indiscutiblemente en la ciudad no había mejor baile que los brindados en la caseta «Oriental», amenizados por las mejores orquestas del momento (locales, nacionales e internacionales). Sin embargo, era muy asidua la del maestro Jorge Moncada y Rufo Garrido entre otras, en la pista de palmeras del Chop Suey. Incluso, contiguo al Chop Suey funcionó también para carnavales la caseta «El Toro Sentao». Al lado del Chop Suey, sobre la carrera 46 entre callles 70 y 72 (frente al parque Thoma Suri Salcedo), estaba el teatro Doña Maruja que era al aire libre.

Uno de sus comensales que tuvo el gusto de atender el Chop Suey fue a Carlos Gardel, esto, luego de haber cantado en el teatro Apolo y antes de partir con destino a Bogotá donde se presentó por última vez.

El Chops Suey llegó a ser el sitio predilecto de los serenateros o músicos que se reunían ahí y la gente llegaba a buscarlos para contratar y llevar serenatas, sin embargo, llegado el año 67, cuando fue demolido, los tríos y demás músicos se trasladaron a la nueva «isla» donde hoy está la estatua del Joe Arroyo, pernoctado allí hasta la fecha.



Aerofoto en 1938, demarca la ubicación del restaurante Chop Suey en el recuadro en rojo.

Desde presidentes, embajadores, cónsules, gobernadores, alcaldes, concejales, diputados y artistas entre otros, no podían irse de la ciudad sin antes comer en el Chop Suey, un paso inquebrantable de pisar. Allí todo nombramiento, elección o festejo en honor, se hacía allí por su excelencia y elegancia.

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El Chop Suey no solo ofrecía una experiencia culinaria única con su famoso arroz chino, crema de tomate con el chop mein, sopa de crema de tomate, chop suey arroz chino y lumpias, cerdo agro-dulce, costillitas aplanadas entre otros ricos platos y el exquisito pudín de mantequilla, sino que también se convirtió en Nihgt Club.

Era una tradición también disfrutar de grandes artistas en el Night Club como un punto de encuentro para músicos, bohemios y personalidades de la época. Era común ver al Trío Serenata o a músicos como Celia Cruz y la Sonora Matancera tocando en sus instalaciones, creando un ambiente mágico que atraía a locales y visitantes por igual.

Algunos bailes ofrecidos en el Night Club Chops Suey, eran por cortesía del visionario empresario y hombre de medios Roberto Esper Rebaje a nombre de almacenes ‘Robertico’ y transmisiones en vivo a través de La Voz de la Patria de Clemente  Vasallo  Manfroni y su hijo Clemente Vasallo Gómez, este último, quien en realidad fue el genio detrás de la creación de tan importante emisora.

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Anécdotas

El restaurante también tenía su cuota de anécdotas, como la historia de las parejas que, en plena temporada de carnaval, ingresaron por la entrada de la calle 72 para comprar comida, solo para que los maridos salieran por la puerta de Olaya Herrera sin ser vistos por sus esposas.

Fatales desenlaces entre comensales distinguidos

Como en todo concurrido y apetecido establecimiento comercial, el Chop Suey no fue la excepción de tener infortunados eventos que empañaran su imagen, sin embargo, su excelente atención y distinción, se encargaban por sí solos de ubicarlos en el sitio predilecto de todos, no obstante, ocurrió un hecho confuso en el que acabaron con la vida del médico Héctor Moreno Monroy (cliente infalible).

Sucedió el 5 de mayo de 1942, recibiendo tres impactos de bala por parte de los hermanos Marco y Arnulfo Ripoll, hechos dentro del cual también resultó herido de gravedad César Avendaño, trayendo consigo la detención de los señalados agresores y dos trabajadores del restaurante, Jesús Troncoso y Francisco González, trayendo consigo un largo litigio judicial para establecer la causas y responsabilidades. Lo último que se supo del caso, fue que se habría tratado por temas meramente de honor.

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Otro caso resonado para aquellas calendas, fue la tremenda riña que protagonizaron los concejales Mauricio Rafael Buitrago y Henry del Toro.

Sucedió que en horas de la tarde habían sido elegidos Julio Borelly como presidente del Frente Nacional y Pedro Claver Doria como vicepresidente, por tal razón se brindó un agasajo como era costumbre en el restaurante Chop Suey, donde festejaban al calor de unos tragos.

En un ambiente amigable, lleno de jolgorio y felicidad, de repente surgió una ardua discusión entre los concejales Mauricio Rafael Buitrago y Henry del Toro, y en vista a ellos, los concejales de la Anapo Claudio Urruchurto y Musa Tarud, prefirieron no intervenir y retirarse del restaurante, mientras que el recién electo vicepresidente del Frente Nacional Claver Doria, intervino en la discusión, resultando agredido por Mauricio Buitrago, quien con un pico de botella lo hirió a nivel frontal, siendo llevado a la Clínica del Caribe para su atención médica.

George Makong: partida terrenal y de terreno

Tras el fallecimiento de su dueño George Makong, el Chop Suey operó en ese sitio hasta mediados de los años 60, pero con la partida terrenal de su compañera María Concepción Quintero, su primera sede pasaría a ser demolida en 1967 para dar paso al almacén LEY, sitio que marcó el fin de una era para el restaurante. Sin embargo, el Chop Suey no desapareció del todo, ya que fue trasladado a la carrera 49 entre 72 y 74, donde continuó su legado, bajo el dominio de Ruan Yiming y ahora último Xu Guo Cheng, según (Registros en la Cámara de Comercio).

Este lugar, con su elegante construcción de madera, su tren eléctrico en el jardín y su vibrante vida social, dejó una huella imborrable en la memoria de quienes lo frecuentaron, siendo recordado con cariño por generaciones de barranquilleros.

Según relatos de algunos, estos terrenos eran originalmente propiedad de la familia Obregón, sin embargo, llevaba años en el sitio el reconocido comerciante George Makong, quien pagaría un alquiler irrisorio para la época y utilizaba además la esquina de la carrera 45 con calle 72 para montar unas casetas durante los carnavales, y con las ganancias alcanzaba a cubrir el costo del arriendo anual.

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Fue así como en el corazón de la ciudad, la esquina en la 72 (la calle IN de Barranquilla) con carrera 46 (Olaya Herrera) tiene una historia de transformación y dinamismo que ha marcado el pulso comercial de la zona durante décadas.

El verdadero cambio comenzó cuando Luis Eduardo Yépez se interesó en la propiedad. Tras años de negociaciones y con el fallecimiento de George Makong y su compañera María Concepción Quintero Fonseca, Yépez adquiere el terreno y logra transformar la esquina que, durante 40 años sería conocido como Almacenes LEY. Inicialmente, el negocio se limitaba a la esquina, pero pronto se expandió para incluir otros almacenes emblemáticos, como Almacenes Sexy, Edgardo Pereira y Jeans Past It On, que, junto con LEY, definieron el paisaje comercial de la zona.

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Sin embargo, a finales de los 90, la situación comenzó a cambiar. El auge de las ventas estacionarias y la aparición de nuevos centros comerciales provocaron una disminución en la actividad comercial, lo que llevó al deterioro de la zona.

Hoy por hoy, vuelve y cobra vida bajo un concepto comercial moderno la esquina de la carrera 46 (Olaya Herrera) con calle 72 (Avenida Kennedy), solo que bajo un sistema climático muy acalorado con la deforestación que influye de gran manera en el calentamiento global.

Esperamos haya sido un ensayo bien recibido por todos y esperando aportes de historiadores con presiciones y aclaraciones alas que haya lugar.