Por:
Manuel Palacio Tiller
Lo
único que se sabe sobre la felicidad es la extensión de su demanda. El hombre
invierte la mayor parte de su vida buscando la felicidad. Y muere en esa búsqueda,
sin entender que la felicidad se da de pronto, a ráfagas. Lo mismo ocurre con
la felicidad primigenia: la entrevemos a resplandores que, para no cegarnos,
tiene que ser intermitente. La felicidad es un concepto individual. Para los
que tienen una acendrada Fe en Dios, consiste en eso, precisamente, en seguir
su ejemplo de entrega y amor.
El
amor es: la alegría de los buenos, la reflexión de los sabios, el asombro de
los niños. Tener Fe, es, entonces, uno de los presupuestos básicos de la
felicidad. Fe en Dios, fe en la gente, Fe en sí mismo.
La
Fe es una especie de equilibrio, lo mismo que la paz. Si uno cree en los otros,
no los verás cómo los enemigos, como los contendores, sino simplemente como el
prójimo, el que está cerca, el que es igual siendo diverso. La Fe en un ser
superior ayuda a ese equilibrio y lo remata para bien, el creer en uno mismo,
en sus posibilidades, al verse como una casa llena de ventanas por donde caben
hacia el interior todas las miradas y de donde salen hacia el exterior todos
los rincones.
Los
pensadores y los letrados que hoy invocamos, dicen que la capacidad de conocer
la felicidad depende de la capacidad de conocer el dolor. Particularmente yo he
llorado y en mis lágrimas he percibido la sensación de la felicidad, porque las
lágrimas, son palabras que necesitan salir a borbotones. Sin ellas, ninguna
alegría tiene brillo y ninguna tristeza tiene final.
Pero
necesitamos la felicidad. Precisamos de ella para que la vida tenga algún
sentido vivir, no puede ser solo un ejercicio de amarguras y desesperanza. Por
eso, en ocasiones, nos inventamos muletas para que la felicidad camine a
nuestro lado. Las muletas se pueden llamar ilusión, ensueños, amor, en fin el
nombre casi que no importa mientras que la muleta cumpla la función de
sostenernos y de ayudarnos a transitar este camino. Todo aquello también tiene
sus adversos, o es, la ilusión lleva detrás de sí la realidad, que te destruye,
que la devora.
La
ilusión puede ser la luz de lo que deseamos, de los que nos gustaría conseguir,
y la realidad es la sombra que la borra. El ensueño dentro del cual solemos
sumergirnos, es también derrotado por lo cotidiano, por lo inevitable. Y el
amor es vencido por el egoísmo, por el temor. Porque amar es darnos sin reserva
y a veces solemos guardarnos un as en la manga porque nos enseñaron hacer
desconfiado, precisamente para no tener Fe.
Hay
estadios de la vida donde la felicidad es menos difícil, los niños, salvo casos
excepcionales y dolorosos, son felices porque no tienen la angustia que la vida
va acumulando sobre nuestras espaldas. También la gente sencilla está más cerca
de la felicidad que quienes andan cuestionándolo todo. La sencillez tiene un
gran. Parentesco con la infancia: son dos etapas o dos condiciones donde el
hombre está desnudo de prejuicio, limpio de culpas y de premoniciones. La
felicidades sencilla y es también niña y juguetona y traviesa, y le gusta jugar
a las escondidas y meterse en los lugares más obvios, donde solo la encuentren
los que tienen el alma limpia y los ojos abiertos. La felicidad es como la
neblina: cuando estamos adentro no la vemos. La felicidad consiste en saber
disfrutar de las cosas pequeñas.
El
secreto de la felicidad no está en hacer siempre lo que se quiere, si no en
querer siempre lo que se hace. Yo creo que cada persona tiene su versión de la
felicidad. Para unos, sin duda despistados, felicidad puede ser el dinero;
tener mucho. No estimes el dinero en más ni en menos de lo que vale, porque es
un buen siervo y un mal amo. Pero no saben que quien posee siempre quiere más,
y el que es por lo que tiene, nunca es nada. La sociedad contemporánea ha
endiosado el dinero y se ha olvidado de que la gente no vale por lo que tiene
sino por lo que es, lo que se tiene se puede perder; lo que se es, permanece, es
imperdible, identifica y da un sitio, un lugar especial, un pedestal; para
otros, la felicidad es más simple y creo que quienes piensan en esa forma,
están en lo cierto, no hay nada menos complejo que la felicidad, no hay nada
tan elemental como ella.
Para
muchos, ser felices es creer en sí mismo, en Dios, en los otros y nada más.
Quienes tienen Fe y sienten el amor, no verán la felicidad de relámpagos, no la
sentirán lejana e inalcanzable, sino que poco a poco la verán entronizarse en
su corazón, como un ave de alas infinitas. Qué hermoso es eso. El secreto de mi
felicidad está en no esforzarme por el placer, sino encontrar el placer en el
esfuerzo. Un esfuerzo total es una victoria.
Nuestra
recompensa se encuentra en el esfuerzo que da la felicidad y no en el
resultado. La verdadera felicidad cuesta poco; si es cara no es de buena
calidad. Lo horrible de este mundo es que buscamos con el mismo ardor el
hacernos felices y el impedir que los demás lo sean. Vivimos una felicidad de
avestruces. Y la fiesta en su sentido más remoto, no es la expresión de
felicidad, sino la comunión colectiva.
Una
campaña para acercarse a nosotros la felicidad tiene un gran parentesco con
otras campañas, con ejemplo, con la de proteger la naturaleza, que hermoso ser
entonces, como un árbol frondoso que de sus hojas salgan al tiempo todos los
rumores y los cantos de la tierra, no solo para llenarnos de música, sino para
hacer más fraterno el mundo.
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