Por:
Manuel Palacio Tiller
En
la costa Atlántico el horizonte se mira desde la cima más alta de Colombia –
Sierra Nevada de Santa Marta, Pico Simón Bolívar – se percibe la unión del
cielo y la anchura del mar océano que nos hace ser soñadores con pronta esperanza,
cuando los ojos se llenan de aire marino, gloriosa luz y el paisaje reunido a
la vista pareciera el comienzo de una existencia placentera y esplendorosa,
nacida de esa ilusión óptica alegrando el espíritu mediante un ánimo desbordado
en el círculo de una fiesta desenfrenada, sin fin, para tomar sin mucho
esfuerzo ni fatiga el madurar de la vida llena de futuro grande, florido y
crecido, y libres como el viento, sin control, diferentes a los otros
colombianos cuyas miradas se estrellan en la falda de la cordillera para
hacerlos tristes, de bajo hablar sin gritos vagabundos como los costeños, de
dialecto golpeado, léxico dejado por los españoles canarios de complemento
rápido con el hablar andaluz, más otras tantas cualidades de gallegos,
catalanes y vascos intrépidos, domadores de indias, después conjugadas en ese
grupo humano único en el mundo por el mestizaje, más el mulataje con los negros
del África, formando así lo pluriétnico y multicultural, núcleos encajados en
la cuenca grande del Gran Caribe Americano, que inicia en la boca del Orinoco
desde Trinidad y Tobago, después en un rosario de islas pequeñas que hacen las
veces de dientes en aquella boca grande en el cuerpo de la América del Norte,
Centro América y lo septentrional de Sur América, lugar por donde entra la
civilización occidental en 1492; Vendrían las islas mayores de Puerto Rico, La
Española, Jamaica y Cuba y forman entonces esa geografía terrenal e insular
personas diferentes, cual tremolar de razas y grupos, único en el globo y conforman
EL GRAN CARIBE, donde se hablan idiomas europeos, inglés, francés y holandés;
de creencias propias y ajenas , generadores de toda clase de música
inigualable, que se extiende a New Orleans con su jazz y blues, Veracruz con
boleros tropicales, Ciudad de México con el clásico mambo y la radicación en la
costa pacífica del mariachi de origen francés y en Cancún el bolero montuno
derivado del bambuco colombiano , bajando a Centro América donde se encuentra
la marimba, pasa por Montería y Sincelejo con música de banda para el porro, la
gaita y la cumbia, en Cartagena con música de salsa, Barranquilla con la propia
música de orquesta y flauta de millo que alegra sus carnavales, otros ritmos
provenientes de El Banco y Mompos, Ciénaga y Santa Marta con música de origen
Antillana y Riohacha por donde entra el acordeón cuya música se radica en
Valledupar, Maracaibo, Ciudad de Coro y llega a Caracas ciudad de las grandes
orquestas, donde se tocan todos los ritmos del mundo ;ciudades de interminable
fandango, sin igual en nada en el marco de lo cultural y escogieron como
capital a NUEVA YORK. Conjunto humano de todas las razas, sin paralelo entre
otras e iguales entre sí: los hombres del Caribe, y, sea cual fuere el idioma
que se hable, el color de la piel y la religión que se profese, los une la
música en un inmenso abrazo. Las expresiones musicales literarias y de otras
índoles hoy en día son PATRIMONIOS HISTORICOS DE LA HUMANIDAD, hace ciudadanos
globales a los caribeños en general, ejemplo de la pluriculturidad y multiétnia.
Pertenecen a varias naciones y son a la vez persona de un horizonte común y un
mundo donde expresan la alegría franca, llena de yodo los pulmones de sangre,
sangre torrente en las venas para hombre voluptuosos de hablar alto a semejanza
de una gritería, pero es solo la manera de un encuentro sensacional en un
lenguaje de español canario legado a las islas y tierra firme de América en esa
cuenca enorme del Gran Caribe, patria de grupos y razas, de lenguas y
lenguajes, donde la inteligencia es pandemia… es el HORIZONTE Y MUNDO.
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