jueves, 1 de mayo de 2025

En el 'Día del Trabajador' falleció Víctor Esper Rebaje, símbolo de liderazgo, familia y tradición



 Por David Awad V.


En un día que conmemora el valor del trabajo y la dignidad del esfuerzo humano, la ciudad de Barranquilla se despide con profundo pesar de uno de sus hijos más queridos: Víctor Esper Rebaje, destacado comerciante, empresario de alma generosa y espíritu sabio, falleció este 1° de mayo, Día del Trabajador, dejando un legado que toca fibras profundas en el corazón de quienes lo conocieron.

Hermano del recordado Roberto Esper Rebaje, fundador de Diario La Libertad y la Cadena Radial La Libertad, Víctor fue mucho más que un exitoso comerciante. Fue un hombre de principios, de conversación amable, de consejo oportuno. Nacido del matrimonio de Teófilo Esper y Labibe Rebaje, inmigrantes libaneses que llegaron a Barranquilla en 1923 por el muelle de Puerto Colombia, Víctor representaba la esencia del trabajo honrado, la unión familiar y el empuje característico de quienes han hecho de esta ciudad su hogar y motor de vida.



Desde joven, creció junto a sus hermanos Rafael, Antonio y Roberto, inmersos en el comercio y guiados por el ejemplo de sus padres. La familia Esper Rebaje fue pionera en muchos sentidos: entre ellos, la implementación del autoservicio en supermercados, a través de los recordados Supermercados Robertico. Víctor, junto a Roberto, también coadministró por años los medios de comunicación que marcaron la historia local, imprimiendo siempre un sello de compromiso con la verdad, la comunidad y el desarrollo.

Más allá de los negocios, Víctor fue un hombre profundamente humano. Su presencia era habitual en tertulias entrañables con amigos, donde un tinto bastaba para encender conversaciones llenas de sabiduría, anécdotas y afecto. Era el consejero natural de su entorno, siempre accesible, siempre dispuesto a tender la mano. Ganarse su cariño era fácil, y olvidarlo será imposible.



Casado con Matilde Cassín, mujer de origen español y de singular encanto, Víctor construyó una familia ejemplar. De su unión nacieron Milagro, Carolina, Jhonny (destacado médico anesteciólogo), Víctor (reconocido ingeniero civil) y Gabriel (arquitecto de trayectoria y exdirector de Invías), todos ellos profesionales destacados, formados con los valores que el patriarca supo sembrar: trabajo, humildad, servicio y amor por la comunidad.

Con el fallecimiento de Víctor, se cierra un capítulo invaluable de la historia de una familia que aportó no solo al crecimiento económico y comunicacional de Barranquilla, sino también a su tejido humano. La ciudad despide hoy al último de los hermanos Esper Rebaje, pero su legado queda sembrado en sus hijos, en sus nietos, y en cada uno de los que aprendieron algo al sentarse a escucharlo. 



Víctor se va en el Día del Trabajador, como si el destino hubiera querido rendirle homenaje por una vida entera dedicada al esfuerzo, a la unión familiar y al servicio de los demás. Que su memoria siga siendo luz para quienes siguen su ejemplo.

Desde 'Noches de Bohemia', hacemos llegar nuestras más sinceras condolencias a sus familiares y seres queridos por tan lamentable pérdida terrenal. Descasa en Paz

miércoles, 23 de abril de 2025

Agustín Lara y el humo de la leyenda: marihuana, mito y música


Por David Awad V.

Por décadas, la figura de Agustín Lara ha estado envuelta en una neblina densa de talento, misterio y mito. 


El llamado Músico Poeta, creador de himnos románticos como Solamente una vez y María Bonita, también ha sido protagonista de una de las anécdotas más comentadas —y menos comprobadas— del folclore musical mexicano: su supuesta relación con la marihuana como musa creativa.


Según el artículo “Agustín Lara y el Humo Verde”, en una ocasión un reportero le preguntó si era verdad que la marihuana lo inspiraba a componer. Lara, sin decir mucho, habría encendido un cigarro de cannabis, lo extendió al periodista y le dijo: “Ahora componga usted algo”. Una escena que parece salida de un guion cinematográfico, más que de una entrevista real, pero que encapsula perfectamente el tipo de leyenda que Lara cultivó tanto como su obra.


Y aunque su historia personal está salpicada de excesos, bohemia y noches eternas en casas de citas, lo cierto es que no existen pruebas concluyentes de que el Flaco de Oro haya consumido marihuana de forma habitual. Ni sus esposas, ni amigos cercanos como Renato Leduc, ni su círculo artístico más íntimo confirmaron jamás esa parte de la leyenda. Pero, como suele ocurrir, cuando el mito es más atractivo que la realidad, termina por imponerse.

Lo interesante de esta anécdota es que abre la puerta para discutir un tema que sigue vigente y cargado de prejuicios: la marihuana, su uso y su percepción social. En la época de Lara, la cannabis era considerada una droga marginal, asociada con la pobreza, los soldados, y los sectores más olvidados de la sociedad. De ahí su estigma. De ahí su prohibición.



Pero el tiempo ha pasado, y con él también ha evolucionado la mirada hacia esta planta. Hoy se sabe que el cannabidiol (CBD), uno de sus principales componentes, tiene aplicaciones médicas comprobadas. En México, el caso de la niña Grace Elizalde —quien logró reducir drásticamente sus convulsiones gracias a un tratamiento con derivados de marihuana— marcó un antes y un después en la lucha por su legalización con fines medicinales.

Actualmente, la marihuana medicinal es usada en el tratamiento de enfermedades como:

  • Epilepsia
  • Cáncer
  • Glaucoma
  • Esclerosis lateral amiotrófica
  • Alzheimer
  • Ansiedad y trastornos del sueño
  • Asma bronquial
  • Isquemia cerebral


Y aunque en México ya es legal portar hasta cinco gramos para uso personal y se permite su cultivo con fines científicos y médicos, la aplicación de estas reformas sigue siendo ambigua, y muchas personas —especialmente mujeres jóvenes— continúan en prisión por posesión. Un reflejo claro de que aún existe una brecha enorme entre la ley, la práctica y el entendimiento social.


Volviendo a Agustín Lara, tal vez nunca sepamos si en verdad “el humo verde” fue parte de su proceso creativo o solo una broma provocadora. Lo que sí sabemos es que su música, como su leyenda, sigue viva. Y si algo nos enseña este mito es que la creatividad no se fuma ni se inyecta: nace del corazón… y a veces, también, del caos.


viernes, 18 de abril de 2025

Emisora Atlántico Jazz Band: El swing que encendió a Barranquilla



Hubo una época en Barranquilla en que los domingos se bailaban con traje, empanada en mano y swing en el alma. Era la década de los cincuenta y, en el legendario Hotel El Prado, la juventud se reunía religiosamente cada semana para escuchar a una agrupación que marcó época: la Emisora Atlántico Jazz Band.


Esta banda no era cualquier conjunto. Su sonido, mezcla vibrante de jazz norteamericano, boleros apasionados, guarachas sabrosas y porros costeños bien pulidos, tenía una fuerza que atrapaba desde el primer compás. No en vano, buena parte de sus grabaciones eran hechas en vivo, enviadas luego a Argentina para prensar copias fonográficas que mantenían viva su energía, incluso a kilómetros de distancia. Otras fueron grabadas en los míticos estudios Tropical, en la Vía 40, testigos de la historia sonora de la ciudad.


Su repertorio era una travesía por el mundo. Standards de jazz al estilo Glenn Miller, pasodobles de tradición europea, sambas brasileñas y ese porro costeño con corazón de metales y alma de tambor. Esta orquesta fue mucho más que una agrupación de músicos: fue una verdadera embajadora del sonido moderno del Caribe colombiano.


El carnaval de 1950 trajo consigo uno de los momentos más memorables de la escena musical barranquillera: Cab Calloway, el "scatman" más famoso del jazz estadounidense, se presentó con éxito total en El Prado, con conciertos posteriores en el Estadio Municipal y el cine Delicias. ¿Y quién estuvo compartiendo escenario, aportando altura y categoría local? La Emisora Atlántico Jazz Band, por supuesto.


Aquel combo tenía nombres que hoy suenan a leyenda. Gilberto "Castillita" Castilla, el alma de la guaracha; Zoraida Marrero, vedette cubana de poderosa presencia escénica; Jaime García, bolerista romántico. En las trompetas brillaban Antonio Peñaloza, Pacho Galán y Manuel Cervantes. En el piano, Luis Alfonso Meza; al contrabajo, Eliécer Benítez. La sección de saxos era un lujo: Mariano Hernández, Lucho Vásquez, Julio Burgos. Y en la percusión, el ritmo lo llevaban Agapito Reales y Rafael Serrano. Todo esto bajo la dirección del bajista italiano Guido Perla.


En 1952, el maestro Pacho Galán asumió la dirección de la banda. Dos años después, grabó junto a Lucho Bermúdez y Matilde Díaz una joya que selló el legado de esta orquesta. Pero el tiempo y la competencia radial comenzaron a pasar factura. En 1954, la banda se disolvió oficialmente. Sin embargo, su espíritu encontró continuidad en Emisoras Unidas Jazz Band, el nuevo proyecto liderado por Galán y respaldado por Rafael Roncallo Vilar. De ahí surgiría la orquesta definitiva del creador del merecumbé.


El sonido que hoy identificamos como la música de orquesta del Caribe colombiano no nació de la nada. Fue resultado de la alquimia entre tradición y modernidad, entre porro y jazz, entre tambor y armonía. Y en esa alquimia, la Emisora Atlántico Jazz Band fue uno de los ingredientes esenciales. Junto con la Orquesta Sosa y agrupaciones cartageneras como Fuentes y A No. 1, formaron el tejido musical sobre el cual danzaron —y aún danzan— generaciones enteras.


Hoy, ese legado vive. Está en las trompetas desbordantes de un porro moderno, en los arreglos elegantes de una cumbia orquestada, en las fiestas de pueblo y en las pistas de baile urbanas. Y todo empezó en aquellas tardes de swing, empanada y baile, donde el jazz encontró su sabor costeño.

La Orquesta Sosa: el Big Bang del Caribe musical


Corría el año de 1932 cuando en los salones de Barranquilla empezó a escucharse una nueva sonoridad. No venía del puerto ni de las plazas populares, sino de los salones del Club Barranquilla, donde la élite costeña se reunía para sus veladas elegantes. Allí, bajo la batuta del maestro boyacense Luis Felipe Sosa, se gestaba algo más que una orquesta: nacía una escuela, una corriente, una forma de entender la música. La Orquesta Sosa, la primera big band moderna de la ciudad, encendería una chispa que transformaría para siempre el sonido del Caribe colombiano.


En sus comienzos, esta agrupación fue mucho más que entretenimiento. Era el alma musical de una época en transición: los años treinta traían consigo la radio, el jazz, la influencia internacional… y en medio de todo eso, los músicos de la región encontraron en la Orquesta Sosa un espacio para crecer, para aprender, para sonar diferente.


Figuras legendarias como Antonio María Peñaloza, Pacho Galán, Guido Perla, Nelson García, Luis Antonio Meza y muchos más, desfilaron por sus filas, aprendiendo armonización y orquestación bajo la tutela del mismo Pedro Biava, yerno de Sosa, músico refinado y futuro artífice de la Filarmónica de Barranquilla. El impacto de este colectivo fue tan profundo, que puede decirse que no hubo músico importante de la región que no pasara, directa o indirectamente, por sus pentagramas.


La Orquesta Sosa no solo sonaba bien: sonaba distinta. Su repertorio era una mezcla exquisita de bambucos, pasillos, rumbas cubanas, porros estilizados y, por supuesto, jazz. Las influencias del swing americano eran evidentes, con arreglos que evocaban a Benny Goodman, Artie Shaw, y Harry James, mientras que el alma costeña nunca dejaba de latir en la percusión y el color de los vientos.


Las noches en la terraza del Hotel Esperia, con el mar como telón de fondo, eran inolvidables. Italianos nostálgicos bailaban valses europeos mientras la orquesta colaba, como por accidente, una mazurca o un fox trot con cadencia caribe. Era la elegancia del jazz abrazando la alegría tropical.


Pero en 1939, la historia dio un giro inesperado. Durante una gira por el interior del país, Luis Felipe Sosa falleció de un infarto en plena travesía fluvial por el Magdalena, a la altura de Puerto Berrío. Sin embargo, ni la muerte detuvo la música. La orquesta, en homenaje a su fundador, siguió tocando bajo su nombre, ahora dirigida por el bajista Guido Perla.


Ese mismo año, impulsados por los hermanos Blanco y el auge de la radio, la agrupación adoptó un nuevo nombre: Emisora Atlántico Jazz Band. Desde allí, en el radioteatro, la banda siguió rompiendo moldes y transmitiendo swing y sabor al país entero. Grabaron en vivo, enviaron sus cintas a Argentina, sonaron en la Tropical de la Vía 40 y se convirtieron en la banda sonora de las empanadas bailables del Hotel El Prado.


En la formación de esta segunda etapa participaron nombres inolvidables: Zoraida Marrero, Jaime García, Gilberto "Castillita" Castilla, Antonio Peñaloza, Lucho Vásquez, Mariano Hernández, entre muchos otros. Y como no podía faltar, Pacho Galán, quien en 1952 asumió la dirección, consolidando un legado que lo convertiría más adelante en una de las leyendas del merecumbé colombiano.




Para 1954, la historia de la orquesta llegó a su fin formal, pero sus ecos no dejaron de sonar. Muchos de sus músicos fundaron nuevas agrupaciones, como Emisoras Unidas Jazz Band, semillero de lo que sería la orquesta definitiva de Pacho Galán. El sonido Sosa, filtrado por el jazz y moldeado con alma de porro, quedaba sembrado para siempre.


Hoy, cuando suenan los porros modernos, cuando se bailan cumbias en las verbenas o se escucha a Juan Piña, Checo Acosta o Juan Carlos Coronel, todavía resuena el eco lejano de aquella primera big band costeña. La Orquesta Sosa no fue solo un grupo de músicos, fue el punto de partida de una tradición, el primer gran ensayo de una música que, sin renunciar a sus raíces, aprendió a mirar al mundo.

Titanic: el adiós digno al caballero John Jacob Astor IV y su joven esposa Madeleine



La madrugada del 15 de abril de 1912, el Titanic se hundía en las frías aguas del Atlántico Norte. Con él, no solo desapareció el orgullo de la ingeniería naval de su época, sino también 1.517 vidas. Entre ellas, las de algunos de los hombres más ricos y poderosos del mundo. Pero el dinero, por esa vez, no compró la salvación.


John Jacob Astor IV, el hombre más rico a bordo y uno de los más acaudalados del mundo en su tiempo, tenía suficiente fortuna como para haber financiado la construcción de 30 Titanics. Y sin embargo, cuando llegó el momento, no usó su influencia, ni su apellido, ni su chequera para salvarse.


Astor, con 47 años, viajaba junto a su joven esposa Madeleine —29 años menor y embarazada— en la que debía ser una tranquila travesía de regreso tras su luna de miel. Cuando el iceberg golpeó el casco del barco, intentó tranquilizarla: "Solo pedí hielo, pero esto es ridículo", bromeó, sin saber que estaba sellando su destino.


Cuando finalmente se ordenó el embarque de mujeres y niños en los botes salvavidas, ayudó a su esposa a subir y pidió acompañarla, pero la regla era clara: ningún hombre. No insistió. No negoció. No gritó. Solo le dijo: “Adiós, querida. Te veo más tarde”.






Jamás la volvería a ver.


Fue visto por última vez en la cubierta, tranquilo, fumando un cigarrillo mientras observaba cómo su esposa se alejaba en un bote salvavidas. Días después, su cuerpo fue recuperado, identificado por las iniciales en su abrigo y un reloj de oro que años más tarde heredaría su hijo Vincent.


Por David Awad V.
Pero Astor no fue el único que eligió la dignidad antes que la desesperación. Isidor Straus, copropietario de Macy’s, también se negó a subir a un bote salvavidas. Su esposa Ida tampoco quiso salvarse sola. Cedió su asiento a su doncella y prefirió quedarse al lado del hombre con quien había compartido toda una vida. Juntos enfrentaron el final, abrazados, en la cubierta del Titanic.

Hay momentos en los que la grandeza no se mide en cifras bancarias ni títulos nobiliarios, sino en gestos. Astor, Straus, y otros como ellos demostraron que en medio del pánico y el caos, aún cabía la humanidad, la entereza y el honor. Su historia no es solo la de un naufragio, sino la de principios que flotan por encima del miedo.

Porque hay despedidas que, aunque silenciosas, resuenan por siempre.





¿Y estos tales Fulano, Mengano, Zutano y Perengano, quiénes son?

 


Por David Awad V.

Seguro los has escuchado más de una vez: “Fulano hizo esto”, “Mengano dijo aquello”, “Zutano se metió en un lío” y “Perengano no se quedó atrás”. Pero… ¿quiénes son todos estos personajes tan famosos y misteriosos que aparecen en cada conversación cuando no queremos (o no podemos) decir nombres?


La respuesta corta: no existen. Al menos no como personas reales.


En realidad, Fulano, Mengano, Zutano y Perengano son formas gramaticales que usamos para referirnos a alguien de manera genérica, cuando no sabemos el nombre, no queremos decirlo o simplemente estamos inventando un ejemplo.


Fulano: el más popular del grupo

Viene del árabe fulān (فلان), que significa “persona cualquiera”. Es el más usado de todos. Frases como “vino un fulano preguntando por ti” o “aquí yace fulano de tal” lo confirman como el rey de los personajes invisibles. Del árabe pasó al español y de ahí a todo el mundo hispanohablante.


Mengano: el eterno segundo

También tiene raíces árabes, de man kān, que significa “quien sea”. Suele acompañar a Fulano, como en “no quiero ver a ese fulano ni a ese mengano por aquí”. Es como el mejor amigo del protagonista, que siempre está en segundo plano pero nunca falta.


Zutano: el raro del grupo

Su origen es más incierto, aunque se cree que viene de citano, derivado a su vez del latín scitānus (“sabido”). A veces aparece después de Fulano, como el tercero en discordia, aunque nadie sabe muy bien por qué se le sumó al trío.


Perengano: el nuevo del parche

Es el más reciente del grupo y también el menos usado. Se cree que suena así por una mezcla entre el apellido “Pérez” y “Mengano”. En otras palabras: lo inventamos para que el grupo no quedara impar. Como decir “ya que estamos, agreguemos otro más”.


Todos ellos pueden volverse más “sofisticados” cuando se les añade el famoso “de tal” o “de cual” (“Fulano de tal”, “Menganita de cual”), o cuando se usan en diminutivo (Fulanito, Menganita…).


Ahora bien, ojo con usar “fulana”. En masculino es neutro, pero en femenino, suele tener una connotación despectiva cuando se usa para referirse a una mujer, asociándola a veces con insultos o prejuicios. Cuidado con eso.


¿Y qué hay de Perico el de los Palotes?

Este personaje también aparece como ejemplo cuando alguien quiere minimizar la importancia de algo o quejarse de que lo tratan como a cualquiera: “¿Qué creen, que soy Perico el de los Palotes?”. Se cree que viene de un personaje del siglo XVII, un tipo que tocaba el tambor con dos palotes antes de que hablara el pregonero. Mientras el pregonero se llevaba la fama (y la paga), Perico solo hacía ruido.


Así que ya sabes: todos estos nombres no son más que fórmulas lingüísticas que usamos para rellenar conversaciones, disfrazar ejemplos o evitar nombres propios. Son como los actores secundarios eternos del idioma, siempre listos para entrar en escena cuando no sabemos a quién echarle el cuento.


jueves, 17 de abril de 2025

José ‘Pepe’ Sánchez y el día en que una misa lo llevó al periodismo en Diario La Libertad



Por David Awad V.

A veces el destino toma formas inesperadas. Para el periodista José ‘Pepe’ Sánchez, su ingreso al mundo del periodismo no ocurrió en una sala de redacción ni en una cabina deportiva, como siempre lo soñó, sino frente a un altar. Todo comenzó el 8 de septiembre, Día del Nacimiento de la Virgen María, cuando le pidieron transmitir en vivo una misa concelebrada desde la Parroquia del Perpetuo Socorro. Aquella transmisión marcaría un antes y un después en su vida profesional.

Pepe, quien había sido sacristán durante sus años escolares, conocía bien los pasajes litúrgicos y los ornamentos sagrados, lo que le permitió llevar a cabo la narración con total soltura. Su desempeño no pasó desapercibido. Al día siguiente, don Roberto Esper, fundador de Diario La Libertad, pidió hablar con él personalmente.

Ve a la oficina del contador para que firmes contrato —le dijo Esper tras felicitarlo—. Seguirás en el noticiero y cuando haya algo importante, lo escribes para el periódico.

Así, sin buscarlo directamente, Sánchez logró lo que tanto deseaba: ingresar a La Libertad. Poco después, se abrió una vacante en la sección deportiva y su experiencia comentando partidos en radio le abrió la puerta definitiva. Allí nació una de sus columnas más recordadas: “Lo escuché en un bus”, una conversación ficticia entre dos pasajeros que hablaban de fútbol, pero que se colaba con inteligencia en temas como política, economía y medio ambiente.

Esos desvíos me llevaron a dirigir la página política y luego a la Subdirección”, recuerda.

Un periódico que se escribe con pasión e ingenio

Ya desde la jefatura de Redacción, ‘Pepe’ vivió momentos clave del periodismo barranquillero. Uno de ellos fue el cubrimiento del macabro asesinato de las hermanas Kaled. Publicaron las fotos del crimen —pese a la solicitud de un familiar de no hacerlo— lo que les costó una exclusiva: la imagen del presunto asesino. Pero su colega Jorge Humberto Klee tuvo una salida brillante:

Vamos a esperar que salga El Caribe, compramos un ejemplar y de ahí tomamos la foto.

La jugada funcionó, y al día siguiente, los tres periódicos locales llevaban la imagen en primera plana. La anécdota terminó con un elogio de don Roberto:

No sé cómo consiguieron la foto, pero así se trabaja.

La noticia de un asesinato, los sacó de una parranda y los llevó a la historia

El 30 de abril de 1984, cuando Pepe se preparaba para una noche de diversión, recibió una llamada de Klee que cambiaría sus planes: acababan de asesinar al ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla.

Deja los planes de parranda, vamos a organizar el cubrimiento —le dijo.

Uno de los reporteros más jóvenes, José Gómez Daza (hoy director de noticias de Telecaribe), fue enviado a cubrir la reacción de los galanistas reunidos en un hotel local. Volvió con buen material… y con una fuerte hemorragia nasal.

Este ha sido tu bautismo de fuego en el periodismo —le dijo Klee con una sonrisa.

Esa madrugada, el equipo de La Libertad cerró la edición con un titular que aún recuerda con orgullo: “El Gobierno hará su deber, lo juro por Dios”, palabras del entonces presidente Belisario Betancur.

Y nosotros cumplimos bien con el nuestro —les dijo don Roberto al día siguiente.