Pocos colombianos no han coreado alguna vez el icónico estribillo: “Que te perdone yo, que te perdone… como si fuera yo el Santo Cachón”. Pero más allá de la canción, hay una historia real que inspiró a su autor, el fallecido Romualdo Brito.
Todo nació en un parque de Barranquilla, construido en los años 50 para honrar al Sagrado Corazón de Jesús. Con el paso del tiempo, el lugar cayó en el abandono y terminó convertido en punto de encuentro de parejas furtivas que, al amparo de la noche y la maleza, daban rienda suelta a la pasión.
Fue ese contraste —entre la devoción religiosa y las "pilatunas" nocturnas— lo que Brito transformó en vallenato, inmortalizado por Los Embajadores Vallenatos. Con una estatua de mármol de 17 metros como testigo silencioso, el llamado “Parque del Santo Cachón” se convirtió en leyenda urbana y símbolo del ingenio sabrosón del barranquillero.
Hoy, el parque ha sido remodelado, pero su historia sigue viva en la cultura popular… y en cada parranda donde suena esa canción.
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