Por David Awad Virviescas
La memoria de Santa Marta, la ciudad más antigua de Colombia, guarda entre sus páginas al barrio Ancón y a sus ensenadas aledañas, entre ellas Taganguilla, El Mangle y Tinglado, escenarios de vida, pesca, música, boxeo y tradición, que poco a poco se transformaron con el crecimiento urbano, el turismo y la llegada de los capitales extranjeros.
El terremoto y la reconstrucción
En 1850, un fuerte terremoto destruyó gran parte de la arquitectura colonial de Santa Marta. Aun así, la ciudad se levantó y comenzó a expandirse hacia la zona del puerto, donde Ancón y Taganguilla cobraron importancia como lugares de vida marítima y comercio.
El puerto y la era del banano
En 1832 se ordenó la construcción del primer muelle portuario, finalizado en 1835. Con el auge del banano en la Zona Bananera, en 1881 se contrató la construcción del ferrocarril Santa Marta–Ciénaga, concluido en 1887. Ese mismo año inició la ampliación del muelle, terminada en 1908 bajo la dirección del antillano John Thomas, quien dejó una infraestructura de madera y zinc de 98 metros.
En 1919, la United Fruit Company levantó una segunda sección de muelles, destinada al cargue y descargue de mercancías distintas al banano. Al costado del puerto nació un campamento de trabajadores jamaicanos, traídos por los ingleses para las obras ferroviarias y portuarias. Ese asentamiento marcó el origen del barrio Ancón, formado por casas de madera y tres calles principales: El Mangle, Tinglado y Taganguilla.
Taganguilla: ensenada de pescadores
La ensenada Taganguilla, pequeña y pegada al cerro cerca de Punta Betín, estuvo habitada principalmente por pescadores y marinos. Allí funcionaba un astillero artesanal, donde se reparaban lanchas, bongos y botes. Era un lugar rico en peces de colores, muy visitado por samarios los domingos para pescar o recolectar vulgao, antes de que la expansión turística transformara la zona.
El Tigre de Taganguilla
En ese entorno nació en 1935 Julio Rafael Gómez González, conocido como El Tigre de Taganguilla. Hijo de pescadores, a los 12 años defendió a su madre de los abusos de su padrastro, demostrando el carácter que luego lo llevaría al boxeo.
Su primera pelea fue en el Teatro Variedades, donde venció a Cornelio López, “El León”. La gente, emocionada, lo bautizó El Tigre de Taganguilla. En 1949 se coronó Campeón Nacional de Boxeo en Santa Marta, llevando el nombre de su barrio a la gloria deportiva.
Los Agudelo: música y carnaval
En el segundo callejón del Ancón vivió la familia Agudelo, destacada en el folclor samario. José de los Reyes Agudelo Carrillo, acordeonero y reparador de instrumentos, alegraba las parrandas con canciones populares como Sebastián Rómpete el Cuero y Qué va Gallo, qué va.
De la misma familia surgió Eucaris Agudelo, coronada reina del carnaval anconero en los años sesenta, y Sara Agudelo Carrillo, quien vivió 112 años y mantuvo viva la tradición culinaria con platos como el arroz de bonito con guineo verde sancochado, verdadero símbolo gastronómico samario.
Restaurantes, turismo y declive
En la década de 1950, con el auge turístico de Punta Betín, nació la Hostería Punta Betín, inaugurada en 1957 con su famosa pista bailable, preferida por las reinas del mar. Muy cerca, el antioqueño Luis Martínez, conocido como El Paisa, abrió el restaurante “El Paisa”, bautizado por los vecinos como “La Casa en el Aire”, por su ubicación en lo alto de los cerros. Ofrecía platos típicos antioqueños como arepas, tamales, chorizos y mazamorra.
El esplendor de Ancón y Punta Betín comenzó a declinar en los años 60 con el auge del balneario de El Rodadero, que se convirtió en el nuevo epicentro turístico de Santa Marta. Poco a poco, el barrio Ancón fue desapareciendo, desplazado por el puerto, las obras de expansión y el crecimiento urbano.
Ancón: un barrio en la memoria
Hoy, en el lugar donde estuvieron El Mangle, Tinglado y Taganguilla, se levantan muelles, bodegas y estructuras portuarias. El barrio Ancón desapareció físicamente, pero permanece en la memoria colectiva de Santa Marta como símbolo de una época marcada por el mar, la pesca, el carnaval, el boxeo, la música y la gastronomía tradicional.
Fue un barrio de familias samarias y guajiras —Chacín, Deluque, Vilarete, Niebles, López, Ceballos, Arango, Agudelo, Pardo y Díazgranados— que dejaron huellas profundas en la historia local.
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