jueves, 28 de mayo de 2020

FRENESI EN MAICAO




Por: Manuel Palacio Tiller
Periodista. Gestor cultural
Dr. En Derecho y Ciencias Políticas
mpalaciotiller@yahoo.es

Hay ciudades o poblaciones, no muchas, con un misterioso atractivo que hace que cuantos las visitan o lleguen con propósito o sin ninguna intensión, se enamoran de ella. Son ciudades con personalidad, con un espíritu y un aura que se han forjado a lo largo del tiempo, mediante luchas para sobrevivir y progresar. Sus habitantes parecen tener su propio modo de amar, trabajar, disfrutar y en fin de vivir. Y Maicao es una de ellas. La vida en Maicao, transcurre normalmente durante la semana entre las faenas propias de una población de frontera, dedicarse afanosamente a la actividad comercial, para estallar frenéticamente en un fin de semana.

Maicao, es un pueblo nuevo muy especial con mestizaje y cultura moderna, donde al asentamiento indígena original se agregaron los riohacheros, los nietos e hijos de extranjeros, los venezolanos, palestinos y libaneses, provincianos, gente del interior y de todo el Caribe colombiano y todos contribuyeron dentro de un entorno excepcionalmente libre a formar y forjar un pueblo. Pero ella, no ha mirado su pasado por eso no tiene historia, vive de un presente lleno de crisis que no vislumbra ninguna seguridad para el futuro, porque ha perdido el sentido de la pertenencia histórica.

Maicaero mezclado, expuesto a muchas influencias, extrovertido, prevenido, generoso, gastador, inclinado al comercio con vocación y sin vocación, lo importante es vivir en un territorio donde todo se consigue y a nadie particularmente le falta nada, como para tomar cerveza o whisky, sólo se necesita tener el deseo porque para ello existe un carrusel de amigos que van rotando las generosidades del brindis en cualquier día.
Al caminar por una de sus calles encontramos un sector en la carrera 12 entre calles 14 y 15. La calle 14 es conocida por la canción de Roberto Solano compositor maicaero con el grupo de Fruko, aquella que se denomina Los Charcos… por las calles de un lugar…. Este sector de la carrera 12, zona del antiguo Teatro Imperio es especial en el plano geográfico, histórico y comercial de la ciudad: Álvaro, en su colmena, con la venta de todos los periódicos de Colombia, incluido revistas y libros de segunda mano, en la esquina del Hotel Avenida donde se encuentra una librería, y, en el espacio público de la carrera 12 hay una venta de cazuela montada en una carretilla. Es cazuela de marisco y el vaso se obtiene por la módica suma de mil pesos. De los transeúntes no hay quien quede sin probar la exquisita sopa.

Metros más hacia el norte, se encuentran farmacias y colmenas prestando servicios varios, talleres de arreglo de electrodomésticos, mesitas de chance y loterías. Se llega a un negocio especializado en ventas de pollos al horno – asado al carbón – denominado “El Pollo Contento” de donde sale siempre contento el comensal porque es el mejor pollo asado de la Costa Caribe Colombiana, pues así dicen, los conductores de buses que viajan diariamente a Bogotá que llevan dos pollos enteros, cada quien para la familia a la ciudad capital.
Los fines de semana el maicaero inicia con aperitivos cerveceros desde acá para seguir unos pasos más adelante, en un lugar pequeño, de escasos 20 m2 – 4x5 – llamado “Donde Cali” de propiedad del reconocido “barman” Campo Elías Larios Manrique, maicaero nacido en Santa Marta. En el pequeño lugar, se nota el cambio de ambiente por la música diferente que se escucha, en todo el sentido de la palabra, sonidos de música antillana – de Puerto Rico, República Dominicana, venezolana y colombiana, desde luego pero las del Joe Arroyo… tamarindo seco, Tina… Aquí comienza cualquier día ese desborde del maicaero, amante de la salsa. El maicero verdadero, lo forman guajiros en general, particularmente riohacheros desplazados y de Uribía, costeños, unos que otros provincianos, algunos cachacos y venezolanos que vienen los fines de la semana a disfrutar del reconocido lugar con la esmerada atención de su dueño. Los demás son de otro montón. Los viernes para recordar se convierten en agite singular, se invitan compañeras que dan lugar ambiente más sereno, sin miradas a pasarela donde se pierde la vista detrás de un andar de olas marinas, solo hay abrazos y besos cacheteros, risas y chistes de todo sentido, la pura “mamadera de gallo”, con respeto y calidad humana, tampoco faltan los auxiliares de consumo, necios y elementos de otras especímenes. El espectáculo del desfile de mujeres de rostros serenos y miradas de mensajes invisibles, se hace más recreativo, por que comienza la explosión del cansancio de los días de trabajo.


Los días lunes “día de beber los ricos”, o sea la gente pudiente, que sin frenos inhibitorios de orden doméstico familiar, a partir de las 3:00 de la tarde arranca el festín, regularmente con video…y con ustedes “El embajador del piano”…, Ricardo Ray… bomba camará… camará… camará… mucho Richie y mucho Rey, con la voz fenomenal del gran Boby Cruz primer vocalista de El Combo cantando el bugaloo. Seguirá Eddie Palmieri y su piano, Ismael Rivera y su nieto Maelo, Oscar de León, Rubén Blades, Héctor Lavoe, Willie Colon, Mongo Santa María, Celia Cruz, Andy Montañés y toda esa pléyade de cantautores del Gran Caribe. En el lugar se apretujan 20 clientes entre médicos, abogados, arquitectos, periodistas, pequeños empresarios, peluqueras, venderos ambulantes, todos juntos de tú a tú, que sólo los unen la música en varios géneros de salsa, boleros tropicales y también porros del estilo de Pedro Laza; se alegran con aquella música y la pasarela de maicaeras bonitas, elegantes, esbeltas, coquetas como ellas únicas, producto de un mestizaje de razas que hacen formar trigueñas de ojos gallos, en un compás de cinturas culebreras retoman el ritmo de la canción que escuchan al pasar por el pequeño bar.

En la acera de enfrente hay negocios de todo tipo como sastrerías, salas de internet, salones de billar, mini tiendas, casas de empeño y chiquilladas. En la gastronomía encontramos en pleno frente del bar la venta de pasteles de la señora Evis que es consumido por todos, que llaman “el milagroso”, por el valor de mil pesos cada unidad, de pollo o cerdo, con su respectivo jugo de diferentes sabores. Hay negocios de venta de CD y DVD de música salsera, pues los transeúntes al pasar preguntan por el nombre de la canción que escuchan y de una la compran en la colmena. También hay bares, mejor conocidos como cantinas comunes frecuentados también por otra especie de maicaeros que gustan de música diferentes. El que espera giro se coloca de frente hacia el Servicio Inmediato Nacional (SIN) a la expectativa de la llamada para reclamar, pues un porcentaje siempre queda “Donde Cali”

En la esquina de la calle 15 con carrera 12 se encuentra una licorera administrado por Pepe de Armas, “Rumba Licores”, que se constituye en otra alternativa para gozar el fin de semana de Maicao en crisis, que a pesar de ella no se nota porque los deseos de calmar la sed con cervezas no se terminan, son perennes y de alguna manera se tiene la necesidad de evacuarla con el levantamiento del codo y refrescarse con cualquier clase de cerveza colombiana o extranjera e incluso para llevarse un pan venezolano para calmar el disgusto de la esposa que espera a su compañero, que regularmente llega a casa en temple después de compartir algunas “frías” con los amigos, en el marco de un carrusel de solidaridad y reciprocidades de compromisos etílicos que se marca en esta ciudad que siempre está en bonanza, así sea en época de crisis y de incertidumbres. Todos los tiempos son iguales.

Maicao, fragua de etnias, blancos, mestizos, indígenas wayuu, mulatos y zambos, población joven y móvil. En medio de ese tremolar de pueblos, grupos, razas y mezclas donde anida el maicaero con sus problemas de toda índole, anda sin complejos, alegre, pensando que el mundo no se va acabar todavía y que la vida hay que gozarla, vivirla, pero con responsabilidad, para obtener un futuro mejor y tener el ánimo placentero para seguir escuchando la música tropical. Los maicaeros nos identificamos en que no nos parecemos y eso nos hace ser diferentes hasta en nuestro modo de hablar en el departamento de la Guajira. Cuidad donde se hablan tres idiomas en sus calles comerciales, español, wayuunaiki, y árabe, además de otras lenguas o dialectos, entendido como tal, cada una de las variedades de un idioma, propia de una determinada región a diferencia de la lengua general y literaria: El paisa, el cachacal, el jurga sabanero, el corroncho costeño, el mítio del área riohachera, el hosco de la zona carbonera, el wuatauyu de los indios arriberos y bajeros, el maracucho venezolano, y la jeringonza español- wayuunaiki del WAIT, son los medio de comunicación que determina esa identidad diferente, de un pueblo erguido en el transcurrir de su existencia.


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